viernes, 23 de enero de 2015


Después de una noche de descanso en nuestras cápsulas, que resultaron ser bastante cómodas (eso o igual es que nosotros acabamos bastante rendidos), nos tocaba hacer un recorrido por los templos más famosos dentro de Kioto, también conocida como "la ciudad de los diez mil templos".

Con el pase diario de bus en mano nos dispusimos a recorrer en sentido contrario a las agujas del reloj los distintos templos que teníamos apuntados, así que para no sobrecargar demasiado este post, nos dedicaremos a listar los templos con un par de detalles y alguna foto para que os hagáis una idea.

1- Kinkaku-ji (Golden pavillion)


Pabellón dorado
Pabellón dorado

Es un templo budista Zen, y es uno de los muchos monumentos que han sido declarados patrimonio de la humanidad en Kioto. El complejo está formado por un edificio central de 3 pisos cuya fachada se encuentra cubierta de pan de oro (dándole el color dorado que le confiere el nombre de pabellón de oro) y un jardín japonés que en pleno otoño se presta para hacer un poco de momijigari (tradición japonesa que consiste en contemplar el cambio de color de las hojas), y además cuenta con un estanque muy típico que hace del templo un remanso de paz a pesar de la multitud de turistas. La entrada cuesta 400 yenes.

Arce rojo
El arce rojo japonés en otoño

Detalle de los jardines
Detalle de los jardines del templo

2 - Ryoan-ji


Jardín Zen
Karesansui (jardín Zen)

Otro templo Zen declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO y en su interior se encuentra uno de los jardines zen más famosos del mundo, construido a finales del siglo XV y que aún es mantenido por los aprendices de monje como ejercicio de meditación. Este templo es un poco más extenso que el Kinkaku-ji y contiene distintos edificios, incluyendo una estupa de influencia camboyana. Nosotros tuvimos la suerte de ser abordados por una estudiante de turismo japonesa que se ofrecía de manera gratuita a hacernos de guía por el templo (todo en inglés, por supuesto). La entrada al recinto cuesta 500 yenes.

Detalle interior
Detalle del interior del edificio principal

Estupa camboyana
Estupa de estilo camboyano

Paseo por los jardines
Paseo por los jardines del templo

Arce
El omnipresente arce

3- Myōshin-ji



Este complejo de templos pertenece a la rama de budismo Zen Rinzai y consta de numerosos edificios correspondientes a distintos monasterios cuyas antigüedades varían desde el siglo XVI hasta el siglo XIX




4- Bosque de bambú de Arashiyama


Bamboo grove
Bamboo grove

A unas pocas estaciones de distancia del Myōshin-ji, se puede llegar usando la línea de JR a Arashiyama, un poblado de la periferia de Kyoto que además de ríos y templos, tiene un auténtico bosque de bambú.

5- Nishiki Market


Nikishi market


Como se nos había pasado un poco la hora de la comida, decidimos parar por el centro de Kioto y visitar el mercado de comida Nishiki y picar por el camino lo que el azar buenamente nos deparase.


Comida
Surtido de comida

Comida
No sabemos bien qué

6- Ginkaku-ji (Silver pavillion)


Pabellón y jardín Zen
Pabellón y jardín Zen

Para terminar la ruta, visitamos el Ginkaku-ji, otro templo budista Zen que junto con el Ryoan-ji y el Kiyomizu-dera representan las vistas indispensables de Kioto. Este templo consta de un edificio principal (el pabellón de plata), otro edificio auxiliar, varios jardines zen y lo más destacable, un jardín-bosque que sube por la colina y que representa un entorno natural inigualable. De nuevo aquí se puede entender el sentido del momijigari y por qué el otoño representa todo un acontecimiento para los japoneses. La entrada cuesta 500 yenes.

Jardines
Jardines

Vista del pabellón
Vista del pabellón desde la colina

Detalle del jardín Zen
Detalle del jardín Zen

Jardín Zen
Jardín Zen

Y para rematar el día pillamos unos Taiyakis...


Taiyaki


Sayonara!

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Diario de Japón (VI): Templos de Kioto, jardines y estampas otoñales

lunes, 12 de enero de 2015



Todas las mañanas, si el tiempo lo permite, vemos como unas montañas sobresalen de la superficie del agua haciendo que este cachito del mar de Alborán parezca más bien un lago; se trata de la cordillera del Rif en Marruecos, que aún cuando parece estar muy cerca, para salvar la distancia que nos separa hay que cruzar el estrecho donde el Mediterráneo se vuelca en el Atlántico y poner el pie en otro continente que tendemos a ignorar y que tiene tanto que ofrecer.

Aprovechando el privilegio de estar tan cerca, decidimos hacer una excursión un fin de semana a Marruecos tomando un Ferry desde Tarifa hasta la ciudad de Tánger. Tras barajar distintas opciones, decidimos contratar el viaje con una agencia de viajes online que ofrece un paquete que incluye: Ferry ida y vuelta Tarifa-Tánger, 2 noches de hotel y traslados puerto - hotel - puerto por unos 80€ por persona; teniendo en cuenta que sólo el ferry ida y vuelta cuesta alrededor de 60€ por persona, merece la pena.

Así pues, organizamos nuestras agendas para pasar un fin de semana largo, y embarcamos finalmente un viernes al mediodía en el puerto de Tarifa. El puerto de Tarifa es bastante pequeño, y fuera de la temporada alta estival (el conocido "paso del estrecho") no suele tener demasiadas colas ni complicaciones. Nosotros viajamos con la compañía FRS que lleva directamente al puerto de Tánger Ciudad, a diferencia de los ferry que salen desde Algeciras, que llegan al puerto Tánger Med, que se encuentra a unos 40 Km de la ciudad de Tánger y a otros tantos de Ceuta o Tetuán.

La travesía en ferry fue corta y agradable, un consejo que os podemos dar es que tan pronto os subáis a este ferry buscad al gendarme marroquí que se sienta con un ordenador en la zona de la cafetería, que es el encargado de sellar el pasaporte con la entrada a Marruecos, que si esperáis a llegar a Tánger y dependiendo de la cantidad de gente que esté podéis acabar perdiendo mucho tiempo.

Llegada a Tánger
Llegada a Tánger

A pesar de lo que leímos en foros y blogs de viajes, al desembarcar no nos topamos con montón de gente agobiando a los turistas para intentar vender cosas, ofrecerse de guías turísticos o de taxi, sin embargo la experiencia fue bastante normal, y la única persona que se nos acercó fue el conductor de la agencia que estaba esperando a los clientes para llevarlos a sus respectivos hoteles.

Place de France
Place de France

Tánger es la quinta ciudad de Marruecos en cuanto a población y su núcleo urbano se extiende a lo largo de la costa. Históricamente y gracias a su ubicación, Tánger siempre ha sido una ciudad de comercio y puente entre Europa y África, y esto se hace notar en el carácter abierto de su gente y en los contrastes de su arquitectura clásica y moderna.

Medina de Tánger
Medina de Tánger

Gran Zoco
Gran Zoco

Kasbah
Encantador de serpientes en la Kasbah

El principal atractivo turístico de Tánger está en pasear por sus calles, perderse en el laberinto de callejuelas de la medina antigua, el gran zoco, subir hasta la kasbah y visitar los edificios donde se encontraban las delegaciones diplomáticas cuando la ciudad era parte de un protectorado internacional, pasear por el Boulevard Pasteur desde la plaza de Francia pasando por cafeterías y teterías con todas las sillas dispuestas codo con codo y orientadas hacia el paseo.


Tanger Boulevard
Tanger Boulevard

Té marroquí
El preciado té marroquí

En las inmediaciones de la avenida Mohamed V hay un paseo que ofrece buenas vistas de la ciudad y de la costa gracias a la altura y si el día está claro se ve la costa española con nitidez. Tomar un té marroquí en alguno de los bares de este paseo con balcón panorámico es más que recomendable (hay que probar un té marroquí sí o sí, y merece la pena).

Estación de Assilah
Estación de Assilah

Dromedarios en la playa
Dromedarios en la playa


Tras haber visitado el centro de Tánger, el segundo día decidimos hacer una excursión en tren a un pueblo llamado Assilah que se encuentra a escasos 40 kilómetros al suroeste. Este pueblecito es una pequeña localidad costera cuya principal curiosidad es su medina bohemia con casas azules y arte urbano plasmado en distintos muros. El viaje en tren desde la estación de Tánger no es caro, y por un pequeño plus (creo recordar que era el equivalente a un par de euros) se puede viajar en primera clase, es decir, en compartimientos semi-privados con aire acondicionado (muy importante). Una vez en Assilah, bajando hacia la playa se pueden ver personas paseando camellos (dromedarios), que por un euro te dejan subir un rato y sacar algunas fotos.


Assilah
Calles de Assilah

Assilah
Assilah

El pueblo no es demasiado grande, pero sí es muy pintoresco y el paseo por su medina resulta agradable, con un ambiente bohemio-hippie bastante curioso. En la zona exterior de la muralla hay muchos restaurantes donde se pueden probar platos típicos marroquíes (cous-cous, tahín, pastela), y en la playa hay numerosos chiringuitos para tomar un batido de plátano, un té o un refresco con vistas al atlántico.

Zona moderna de Tánger
La zona más moderna de Tánger
Paseo Marítimo y costa española
Paseo marítimo y vistas de la costa española


De vuelta ya en Tánger, otro plan recomendable es recorrer el paseo marítimo (paralelo a la avenida de Mohammed VI) hasta llegar a la nueva zona más moderna y europeizada de la ciudad, que después de haber visitado la medina esta zona es una muestra de los contrastes y contradicciones que se pueden apreciar en Tánger.

Como primera toma de contacto con Marruecos y África podemos decir que fue una buena experiencia, aunque la proximidad a Europa hace que la ciudad sea menos árabe, pero quizás eso cuente como algo positivo para quien quiera darse un garbeo por Marruecos pero no se siente cómodo con los shocks culturales; desde luego a nosotros nos dejó con ganas de más.

!وداعا

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Fin de semana en Marruecos: Tánger y Assilah

domingo, 4 de enero de 2015




Como ya habíamos adelantado en entradas anteriores, este viaje no iba a consistir sólo en conocer Tokio, así que el quinto día nos levantamos bien temprano, pillamos nuestras maletas y aprovechando que podíamos usar ya el JR Pass nos subimos a la línea Yamanote hasta la estación de Shinagawa. Desde esta estación, y también desde la Tokio Station, se pueden pillar los Shinkansen (trenes bala) a Kioto. No es estrictamente necesario reservar asiento en la mayoría de los trenes de JR, de hecho, el que pillamos tenía vagones específicos para personas sin asiento reservado, pero por tratarse de un viaje de largo recorrido y que además queríamos hacer pronto para llegar a una hora decente a Kioto, decidimos reservar asientos el día anterior en la estación de Shibuya (en el Midori-no-madoguchi) para el Hikari 465 de las 09:10 AM.

El tren salió puntual, como cabía esperar, y nos sorprendió lo amplios que son los vagones. En cuanto a velocidad es muy parecido al AVE en España, pero la comodidad de clase turista no tiene comparación: los asientos son mucho más anchos y largos, tanto que cabe la maleta entre tus piernas y el asiento de delante.

Tras 3 horas de trayecto, llegamos a la estación de Kioto. Nada más salir de la estación se aprecia el contraste con Tokio, y es que Kioto es una ciudad más tradicional, de edificios bajos, montañas y templos. Para moverse por la ciudad lo más práctico es hacerlo en bus, ya que llega a todas partes, a diferencia del metro que tiene pocas líneas y no conectan demasiado bien, existen pases diarios de bus que cuestan unos 500 yenes y te permiten subirte a todos los autobuses urbanos.

Nuestra cápsula

Para hacer nuestra estancia en Kioto un poco más extravagante, decidimos alojarnos en un hotel cápsula por probar la experiencia. Hemos de admitir que hicimos un poco de trampa, pues un hotel cápsula tradicional es un albergue con un montón de cápsulas apiladas una al lado de la otra, donde compartes noche con un montón de desconocidos. En nuestro caso, fuimos al hotel Ammenity, que tiene habitaciones dobles con su baño privado, pero en lugar de camas, tienen cápsulas; así que si queréis probar la experiencia pero sois un poco más señoritos, podéis hacer lo mismo que nosotros.


Kiyomizu-dera

Otowa-no-taki (las 3 fuentes)

Vistas de la ciudad desde el templo


Tras dejar nuestro equipaje en el hotel, rápidamente nos dirigimos hacia uno de los templos más famosos de Kioto: el Kiyomizu-dera, que es un templo budista declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Para llegar a él hay que subir una colina llena de puestecillos y tiendas de dulces tradicionales y recuerdos varios, que te lleva hasta la puerta del recinto. En el interior se pueden visitar varios edificios, altares, pagodas y fuentes, además de poder disfrutar de unas vistas privilegiadas de la ciudad desde las alturas.

Pagoda en Gion

Distrito Gion

Tras la visita obligada al kiyomizu-dera, bajamos andando hasta el distrito de Gion, originalmente construido para albergar a los visitantes de los templos y que acabó siendo uno de los barrios de geishas mas conocidos de Japón. El paseo por el distrito es agradable, pues las calles son muy bonitas y puedes parar en una tetería a tomar un té verde. Sin duda uno de los mayores atractivos de esta zona al caer la tarde es intentar pillar a alguna geisha o maiko de camino a alguna tetería o restaurante. Nosotros tuvimos suerte:


Geisha en Gion

Por lo que pudimos apreciar, Kioto es una ciudad que se recoge pronto, pues los templos cierran sobre las 4:30 o 5 y a partir de entonces se empieza a apreciar menos movimiento por la ciudad, a excepción de las galerías comerciales que hay en los alrededores de la estación de Kawaramachi a la altura de Shijo Dori, que bien merecen un paseo. Para culminar el día, nos dimos una vuelta a la vera del río, pasamos por el teatro Minamiza, y cenamos unos Okonomiyakis que estaban de muerte (o más bien las variedades típica de Kioto: el Betayaki y el Negiyaki) y de ahí a nuestras cápsulas a descansar para que el día siguiente nos cundiese.


Galerías del centro

Teatro Minamiza

Betayaki y Negiyaki

Sayonara!

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Diario de Japón (V) Kioto: Kiyomizu-dera, Gion